Carlos "El Indio" Solari, la voz de los
Redondos, vestía pantalón negro y campera de cuero
con capucha. Al terminar el segundo tema —"Un ángel
para tu soledad", del disco "Lobo suelto, cordero atado"—,
Solari dijo: "Sería bueno que hoy no seamos ni visitantes
ni locales, que seamos todos Redondos. Este es un pueblo muy hospitalario,
lo conozco bien. Tiremos todos para el mismo lado".
Enfrente, "El Indio" tenía una nueva postal de la pasión
ricotera. Acaso una sola bandera daba cuenta del fervor de una hinchada
que no fue doblegada por el frío (a la mañana llegó
a hacer 8 grados). "El pogo más grande del mundo", rezaba
la bandera, que repetía la última frase dicha por "El
Indio" en el último recital, realizado en el estadio de River
en abril del año pasado. Ahora esa frase pasó a estar incorporada
a la escenografía popular de los recitales de la banda con
más poder de convocatoria de la Argentina.
Los integrantes de la banda —El Indio, la manager Poli y el guitarrista
Skay, los más conocidos— fueron arribando entre el miércoles
y el jueves. Se alojaron en una casa en la zona de Carrasco.
Los fans llegaron más sobre la hora. Hasta
el viernes, Montevideo mantenía la misma calma que siempre la hace
atractiva. Recién el sábado por la noche la avenida 18 de
Julio empezó a dar signos precisos de lo que los medios uruguayos
definieron como "el aluvión ricotero". Hacia la tarde
del sábado unos 16 micros cubrieron el trayecto entre Colonia y
Montevideo con unos 2.500 fans. Anoche, a la hora del show —con
entradas agotadas—, se calculaba que había unos
6.000 argentinos.
Pero este aluvión no tuvo, finalmente, nada de violento. Sólo
hubo algunos desórdenes menores e intentos de ingresar sin entrada.
La policía local detuvo a 52 argentinos por
tenencia de droga, armas cortantes o alcohol en las inmediaciones del
estadio. Los detenidos deberán declarar hoy ante el juez.
La visita argentina no se sintió en la industria hotelera local.
Aun quienes llegaron en avión —los menos, claro— enfilaban
directamente hacia las inmediaciones del parque Batlle, frente al Centenario.
Ayer, ese parque amaneció con el césped cubierto de carpas
e iglúes, todo enmarcado por los "trapos" (banderas)
alusivos al grupo. Uno de los que acamparon fue
Walter (27), quien cruzó en lancha hasta Carmelo y, de allí,
en micro a Montevideo. Como todos, lo hizo para estar cerca del estadio
cuando abrieran la puerta, y así conseguir buena ubicación.
Pero luego la policía fue pidiendo, de buen modo y grupo a grupo,
que levantaran las carpas, lo que se hizo sin incidentes. Se puede decir
que la relación entre la policía y los fans se desarrolló
normalmente. Aunque el operativo de seguridad se fue incrementando conforme
pasaban las horas. Para ayer el ministro del Interior Guillermo Stirling
dispuso la presencia de600 efectivos policiales —incluyendo
Grupos de Apoyo, Guardia de Coraceros y Brigada Nacional Antidrogas—,
a los que se sumaron otros 200 de seguridad privada dentro del estadio.
A la hora del ingreso, en el Centenario se notaba la tensión de
los policías locales por el recital de rock. Los que ingresaban
tuvieron que acceder a un triple cacheo de armas. También fue cordial
la relación entre los fans argentinos y uruguayos. Unos y otros
compartían un ritual futbolero. En la cancha se cantó "Aquí
están, los ricoteros de Argentina y Uruguay".
Así se llegó a la hora del show en un ambiente de relativa
tranquilidad. A las 19.15 ya había tocado La Tribu Mandril, un
quinteto de percusión alternativa: golpean instrumentos como cepillos
de dientes y botellas descartables. Después vino el excelente show
de los Redondos, con temas de todas las épocas ("Como una
acelga", "Mi perro dinamita", "Vamos las bandas").
Hoy repiten, con los candomberos de Zevelé como grupo soporte.
Se espera otra fiesta
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